Publicado
martes, 24 de octubre de 2017
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Marcos es un regalo. Inmerecido.
Por alguna razón le resultan simpáticos los curas y no hay celebración en domingo en la que no salga de entre los bancos para dar la paz, ni que se marche a casa sin un abrazo y un beso.
Los últimos meses ha sido algo más sencillo, porque ya sabe andar y no se acerca poniendo en juego las reglas gravitatorias y su propio equilibrio.
Está muy contento porque es hermano mayor desde este verano: ¡Y de dos gemelas a su cargo!
El domingo, como siempre, porque dos años de algo bonito lo convierten en siempre, se acercó para el beso y abrazo dominical.
"Quiere decirte dos cosas" -anticipa mamá-.
-"¿Qué me tienes que decir, Marcos?"-
-"La primera... que ya sé quitar el tapón de la leche para ayudar a mamá con las niñas...
La segunda, que tu mamá está bien en el cielo, y que está con mi abuela Pilar".-
Por alguna razón le resultan simpáticos los curas y no hay celebración en domingo en la que no salga de entre los bancos para dar la paz, ni que se marche a casa sin un abrazo y un beso.
Los últimos meses ha sido algo más sencillo, porque ya sabe andar y no se acerca poniendo en juego las reglas gravitatorias y su propio equilibrio.
Está muy contento porque es hermano mayor desde este verano: ¡Y de dos gemelas a su cargo!
El domingo, como siempre, porque dos años de algo bonito lo convierten en siempre, se acercó para el beso y abrazo dominical.
"Quiere decirte dos cosas" -anticipa mamá-.
-"¿Qué me tienes que decir, Marcos?"-
-"La primera... que ya sé quitar el tapón de la leche para ayudar a mamá con las niñas...
La segunda, que tu mamá está bien en el cielo, y que está con mi abuela Pilar".-