Cuando tus aguas se serenen, volveran a reflejar la luz de la luna

Por distintos senderos una misma búsqueda: que todos disfruten la vida y lo puedan hacer en abundancia ... absolutamente todos.

Publicado jueves, 29 de mayo de 2014
Sir Ken Robinson tiene una interesante visión de la educación que nos ha ofrecido en varias charlas TED.

Parte de la hipótesis de que los sistemas educativos surgieron en la época de la Revolución Industrial por lo que se caracterizan por la formación en las ciencias más prácticas y productivas. Superada esta etapa histórica, se pregunta por el sentido de esta propuesta y reivindica la posibilidad de que se fomente el cultivo de la creatividad y los talentos personales del alumno.

En esta charla explica el sistema educativo que él considera creado bajo el modelo de la «comida rápida» y propone abandonar la filosofía «industrial» para crear otra más fundada en los principios de la «agricultura».

Si eres educador, padre, madre o simplemente ciudadano y dispones dieciocho de dieciocho minutos, sus reflexiones suscitarán interesantes interrogantes.

Y si no dispones de dieciocho minutos es que probablemente no estés en las circunstancias apropiadas para educar.

¿Educar al modo industrial o al modo agrícola?
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Publicado domingo, 25 de mayo de 2014
Nuria se había tomado en serio la peregrinación: mochila muy ligera y con las cinchas bien ajustadas, gemelos definidos que denotaban horas de entrenamiento, y vestimenta equilibrada entre todos los avances actuales y los inventos que pasan ya al nivel de lo superfluo. Detalles que se ofrecen elocuentes para cualquiera que lleve a sus espaldas varias visitas a Santiago.
Más allá de las dimensiones deportivas o turísticas el Camino es, sobre todo, una escuela espiritual de aprendizaje. La ruta ya lo advierte no escogiendo el camino más directo hasta la Ciudad del Apóstol, sino invitando a que el avance sea a través de etapas que integran los giros necesarios para desarrollar las actitudes que convierten a un simple caminante en un peregrino.
Ella lo descubriría pronto. Tres primeros días para disfrutar del fruto de las tardes, en su Móstoles natal, haciendo kilómetros preparatorios. Paisajes, belleza y una sensación confortadora de fortaleza que aumenta la seguridad en uno mismo.
Apenas compartimos kilómetros porque iba en cabeza, entre los cantos y las risas, alejada de los rezagados a los que suelo acompañar.
Me la encontré en el último tramo de la cuarta etapa, nada más salir del último descanso. Mal síntoma si además se asocia al carácter fuerte mostrado en aquellos primeros días, y a la servicialidad que solo surge de los espíritus generosos.
Rechazó una primera ayuda por no retrasar al grupo a la que solo accedió tras mi sugerencia de que hiciera un último esfuerzo por acelerar el ritmo y adelantarse para poder mirar aquellos pies y luego reincorporarse a la marcha.
Tendría que aceptar que el retraso iba a ser inevitable. Ya había visto casos parecidos. Hay pies sudorosos y otros que no. Hay pieles que se curten y otras especialmente sensibles. El calor, la sudoración... no eran previsibles en sus ensayos de Móstoles porque hay problemas que, como en la vida, solo surgen tras cuatro días de marcha. Los laterales de los pies habían perdido su aspecto para convertirse en una sobrecogedora y enorme llaga.
En medio de un monte sin nombre y a ocho kilómetros del albergue solo queda la solución de cambiar las botas por sandalias, la de disponer un almohadillado que aumente la respiración de la herida y el silencio que permite al peregrino concentrarse en su dolor y en su control mental, al tiempo que sentir la presencia de quien no te va a abandonar.
La de permitir que otro coja tu mochila solo fue viable en los tres últimos.
Tras la comida y la siesta, había que valorar alternativas. La de regresar a casa era la última de las que ella contemplaba. La peregrinación no está hecha para provocar llagas, pero sí para enfrentar a las personas a experiencias que son metáforas de las que luego nos esperan por la vida. Nunca por eso aconsejé a nadie un abandono aunque hiciera más compleja la actividad.
A media tarde llamó a su casa. Las lágrimas de los tres últimos kilómetros antes de llegar a Gondán fueron menos amargas ante lo que parecía la incomprensión de sus padres respecto a sus motivos por los que continuar. Cada una de las preocupaciones por la salud de su hija se convirtió en una distancia mayor respecto a las razones de un corazón de dieciséis años.
Nuria decidió continuar. Y nosotros lo apoyamos. Tampoco era la primera vez. Se aligera un poco la mochila sin privarle al peregrino de su carga, que en esos caminos es un poco como su dignidad. Se exprimen las posibilidades de todos los trucos de «ingeniería podológica», que a base de peregrinaciones es una ciencia que se aprende por exigencias del guión. El resto, la confianza en la capacidad de sufrimiento del caminante, en la regeneración de la piel impulsada por la madre naturaleza y en Dios, que siempre acompaña.
Pocos recursos más. Tuvimos que prescindir de los que proceden del apoyo anímico de los que nos son importantes. Sus padres siguieron sin entender el corazón de su hija. Y la fractura se consumó ante la oferta de que volviera a casa y que la llevarían a Santiago en coche. Desde dos días antes, Nuria ya no lloraba por sus pies sino por las llamadas de sus preocupados padres, de modo que decidió no responderlas y tranquilizarlos por mensajes.
Mondoñedo, Abadía, Baamonde, Santa Leocadia, Sobrado ... fueron escenarios para un corazón que se estaba curtiendo y que, por fin, divisó las torres de la Catedral al llegar al Monte del Gozo. En ese momento reaparecieron las lágrimas, ahora para hacernos entender que el nombre de ese monte no es mera poesía sino la expresión de quien ha encontrado el sentido a un eterno esfuerzo: ¡lo había logrado!
Al día siguiente, últimos siete kilómetros antes de la visita al Apóstol. Todos dispuestos y algunas de ellas, incluso, elegantes, con la camiseta limpia que habían reservado para aquél acontecimiento.
Mi primera impresión fue de enfado. Nuria volvía a calzar las botas que habíamos colgado en su mochila desde aquél día de Gondán y su mochila volvía a tener el volumen de Madrid.
Caminar con los rezagados hace que se acumulen las horas compartidas, dando pie a muchas conversaciones que acaban por crear un profundo vínculo. Quizá por eso ella entendió mi mirada y no dio tiempo a mis palabras.
-«Josema, ya sé que tengo que cuidar mis pies, pero están suficientemente bien, y son solo siete kilómetros. Quiero entrar como los demás. A nadie en Santiago le importa lo que me haya costado llegar hasta aquí, ni el sufrimiento que haya supuesto. Eso queda para mí. Eso es lo que tenía que aprender. Ya habéis cargado suficiente con mi peso. Quiero entrar con dignidad»-.
Las miradas volvieron a ser suficientemente elocuentes. No había nada que decir. Era su decisión y leída desde su corazón era comprensible; era, además, admirable.

Al día siguiente, celebración de despedida. Una concha para cada uno de los satisfechos peregrinos. Y en la reflexión la sugerencia de alguien a quien quisiéramos llevarle esa concha.
-«Se la voy a llevar a mi padre. La podrá tener en su despacho durante un mes. Luego volverá a mi cuarto. Le diré que se la regalo cuando venga a caminar conmigo hasta aquí. Quizá entonces me entienda mejor»-.

Las llagas fueron para Nuria oportunidad de fortalecer su espíritu y ocasión de reinterpretar mucho de lo vivido. Para mí, la de profundizar en que educar es respetar sagradamente el proceso de crecimiento de otro; y la de crecer en la empatía para que nadie tuviera que incorporar a un problema, lágrimas por mi incomprensión.

Pido a Dios que aquella concha repose definitivamente en el despacho de su padre.


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Publicado sábado, 17 de mayo de 2014
Me preocupa confundir la percepción personal con la presuntamente genérica. De hecho a una de las cosas a las que más pánico tengo es a la distorsión de la realidad.

Es cierto que estar informado cada vez es más accesible, pero también, cada vez, más costoso.

Como muestra, este botón. El informe que elabora el Injuve sobre tendencias, inquietudes y rasgos de una juventud que siempre tiene que afrontar los mismos problemas, aunque en escenarios diversos.

Informe juventud 2012
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Publicado martes, 13 de mayo de 2014
La frase es de Evangelii gaudium. Exactamente, las palabras del Papa dicen así: «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (49).

Por mi carácter, para bien y para mal, porque Dios me quiso así, porque me enamoré de Vicente de Paúl y de Luisa de Marillac; pertenezco a los primeros: a los que también tienen que aprender prudencia de los segundos. Pero a los primeros.

Y estas palabras traen a mi mente las imágenes de uno de los vídeos que más impacto tuvo hace ya años en mi crecimiento y que hoy es motivo de oración por muchas personas que no son graciosas caricaturas de alienígenas sino dramáticas aventuras, arriesgadas, esforzadas, cuyo final desconocemos pero cuyo intento es ya un regalo de Dios para quienes podemos contemplarlo.

Aliens


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Publicado jueves, 1 de mayo de 2014
No tengo más datos sobre ella. El resto, las percepciones de una corta visita.
Una niña rubia, de cara dulce y mirada curiosa. No tendría más de ocho años. Ya debía conocerme porque dirigió sus ojos al bote de los caramelos, cuya existencia es sabida por todos los niños de la parroquia.
Acompañada de su madre, soltó su mano para rebuscar en un bolsillo de su vestido y extraer un sobre. -«Quiero ayudar a los que lo necesiten»-, dijo con seguridad.
-«Muchas gracias, así será. ¿Quieres que vaya para alguna ayuda en especial?»-, le respondí.
Había tomado el sobre de la campaña recientemente celebrada en relación con el paro, pero me quedaba la duda de si su interés podría tener que ver con las misiones, o los niños con dificultad, preocupaciones más que frecuentes en niños de esta edad.
Como si la pregunta no estuviera incluida en el guión, miró primero a su madre para recuperar la seguridad suficiente. Luego miró al sobre donde rezaba el eslogan «campaña contra el paro», para posteriormente mirarme con una mezcla de ternura por mi incomprensión y de esfuerzo para explicármelo mejor.
-«Quiero que sea para los que todavía no pueden trabajar». «Es que ha sido mi cumpleaños»-.
Sobrecogido recibí su sobre. -«Así será. ¿Cómo te llamas?»-.
-«Me llamo Julia»-.
-«Muchas gracias, Julia. ¿Quieres un caramelo?».
A lo que contestó con una sonrisa tan radiante como elocuente.
-«Muchas gracias»-, respondió.
-«Muchas gracias a ti, Julia. Y muchas felicidades».

Por la noche, con la serenidad necesaria tras un día intenso, tiempo para cerrar tareas. Recoger el despacho, reflejo de catequistas, idas y venidas y una jornada llena de vida. Y un sobre que ingresar en la caja de Cáritas. Lo abrí con detalle para valorar la grandeza de experiencias cuyo significado da sentido a la vida. Para encontrarme con billetes de distinto valor, usados y que me transmitieron una profunda sensación de autenticidad.
Inevitablemente provocaron mi imaginación para enviarme a una posible celebración de cumpleaños, de familiares y amigos que, quizá ya alertados, decidieron que los regalos fueran, este año, económicos. Y una niña que los fue guardando en un sobre cogido de la parroquia para configurar un inmenso regalo que hoy quería compartir con vosotros.
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