Cuando tus aguas se serenen, volveran a reflejar la luz de la luna

Por distintos senderos una misma búsqueda: que todos disfruten la vida y lo puedan hacer en abundancia ... absolutamente todos.

Publicado jueves, 15 de diciembre de 2016
El clima parece sorpresivo a ambos lados del atlántico. Mientras allí te regala fotografías de nieblas espectaculares que amenazan nieves, aquí están sorprendidos por las lluvias que no suelen llegar hasta mayo. A los europeos, manga corta y clima de última de abril, no nos encaja con las luces y villancicos que aquí también frecuentan.

La UCA cierra sus puertas después de un largo año de trabajo y los grupos de curiosos continúan el itinerario para conocer el testimonio de los mártires.

El jardín de rosas tiene una geometría propia: ocho rosales configuran un círculo que se asemeja al mensaje de la corona de Adviento, por su pretensión de eternidad; con otros dos en el centro.

Para algunos visitantes son motivo de confusión pues la suma de diez no encaja con los la lista de los nombres de los asesinados que hacen ocho. Una pista viene ofrecida por el hecho de que todos sean rojos a excepción de los interiores: los dos, que son amarillos.

La explicación del enigma la posee don Obdulio. Trágicamente, el esposo de Elba y el padre de Celina. Aquella noche quedó durmiendo en la garita de entrada y envió a su mujer e hija a las dependencias interiores de la finca para asegurarse su protección, tras el estallido de una bomba en la propia puerta de su casa que hizo añicos todos los cristales.

Se salvó por que no descubrieron su presencia. Tampoco él pudo imaginar que los disparos habían sido dirigidos hacia los jesuitas y los interpretó como una más de las escaramuzas de aquellos días.

Al despertar el alba fue el primero en descubrir los cadáveres y alertar de la tragedia. También tuvo que contemplar la macabra escena del abrazo de su esposa a su hija. Ellas no quisieron marchar a otro punto de la ciudad y alejarse de él aquella noche; y él no quiso separarse de aquél jardín que continuó cuidando hasta su fallecimiento.

De forma que, don Obdulio, llevado por amor, "trasgredió" la discrección de Elba y Celina para otorgarles un doble homenaje: a diferencia del resto de los jesuitas, ellas tienen su rosal rojo en el círculo y el amarillo en el centro.

Su "injusticia" me parece enternecedora y muy justificada, que ser jardinero tenía que arrogar alguna discreccionalidad.

La potencialidad del amor se mide en la capacidad de romper lógicas, normas y geometrías. Por eso la ley se muestra insuficiente, sin dejar de ser necesaria; y ni siquiera la ética satisface el alma. Solo el amor intenso y vivido que rompe lo esperado por vía de la creatividad, de la renovación y de mostrarnos planos de la realidad solo alcanzables desde esta experiencia.

Por eso en Navidad celebramos más rupturas de geometrías: que un Dios se haga persona; que un Dios nazca en lo pobre; que lo celebremos en la eucaristía donde el Espíritu convierte la física en escenario de Dios.

Pido al Padre por todas las rupturas que necesitamos desde el amor. Para cumplir el sueño de Vicente de Paúl de ser creativos hasta el infinito; para inventarnos soluciones inesperadas hacia los pobres; para dar con el recurso que nunca habríamos imaginado si no fuera por la extrema preocupación hacia nuestro hij@, aunque haya que subirlos al Trampal; por la transformación de la que nuestros mejores amigos ya desconfían y que se produce por la aparición de alguien que rompe, para siempre, la monotonía de una jornada; por las lógica del rencor, el odio y la venganza que pueden ser cuestionadas por las rosas amarillas.

No vale cualquier impulso de amor. Solo los inteligentes. Y el tiempo termina por dictaminar si la ruptura de las geometrías es en favor de un orden inesperado o de un caos evitable.

Mis respetos y mi admiración, don Obdulio, por no poder permitir una geometría presuntamente perfecta cuando está por medio un amor irrefrenable.

Te deseo unas fiestas de Navidad con las suficientes rosas amarillas como para salir de las geometrías caducas a las que podemos acabar por acostumbrarnos. Ojalá tengas sientas cercanos los motivos para buscar las novedosas.

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Publicado miércoles, 14 de diciembre de 2016
De nuevo frente al jardín de rosas. Hacia el frente, ya sabes que se accede a la comunidad y, hacia la izquierda, tenemos las dependencias donde Elba y Celina hacen memoria de los discretos. Hacia la derecha una puerta da acceso al Centro Monseñor Óscar Romero, Instituto Teológico donde tiene su epicentro la famosa Teología de la Liberación. Así las cosas, parece que el jardín de rosas hace, también, las veces de punto de encuentro: comunidad, servicio y estudio.

Tras cruzar el hall, una calle ancha que sirve de perímetro a todo el campus, no excesivamente grande. Unos ochocientos metros, buscando la ruta más larga.

Su recorrido me genera una profunda impresión porque la inteligencia de los edificios. Sobre todo si se es sensible a estos artes, permite intuir una idea muy reflexionada en relación a los espacios y lo que se quiere generar con ello.

Delimitada la ladera, la subimos y bajamos por los costados, ponemos la puerta principal y el rectorado en la zona de menos altura y la zona de teología y la comunidad en la más alta.

Como si se tratara de la extensión de la espiritualidad de Lucas, parece sugerirse un necesario ascenso que parte de las dependencias administrativas para dirigirse hacia los edificios que albergan las ingenierías, subiendo hacia las humanidades para alcanzar finalmente los estudios eclesiásticos. Quizá esté proyectando el itinerario formativo que tuve la suerte de vivir, mezcla de circunstancias y decisiones, y que ahora, con perspectiva, me parece un regalo tan privilegiado. Pero no descarto estar conectando con las intuiciones de los fundadores de esta Universidad.

En el centro, una plaza que se hace llamar del encuentro. Con una cafetería precedida de un gran techado que alberga comensales y diálogos.

Tendrás que completar el escenario con un ejercicio de imaginación, acostumbrados como estamos a materiales relumbrantes, altas calidades, encimeras a juego de cenefas que tardan una barbaridad en llegar y que retardan la aventura de la emancipación. Elimina fuentes, juegos de agua, que este país no da para tantos lujos.

Pero incorpora una limpieza, cada vez menos frecuentada por nosotros y una amabilidad que es también denuncia a la cultura de la que procedo, al convertirse en motivo de sorpresa: me han saludado 8 personas en el último recorrido entre operarios y alumnos. Rescata los bloques de hormigón de nuestras naves industriales y los ladrillos de 12 cms, ya solo en uso en edificios previos a reforma, para constituir un conjunto insultante a nuestro presunto desarrollo. A nuestro entramado de aeropuertos inutilizados, autopistas de peaje de las que tiene que hacerse cargo el Estado y remodelaciones estériles para corregir las que tampoco fueron de utilidad.

Como alternativa, aulas que emplean la inclinación de la ladera para generar un sistema de escalones que faciliten la visión hacia la Tarima. Sí, con mayúsculas, de las de tablón de madera que ya no usamos ni para las cajas de pescado. Con un sistema de techado cuyo resultado excede de las capacidades innatas de los materiales para exprimir las posibilidades de la altura y la inclinación de los paramentos y lograr una acústica sorprendente. Que evita, también, ecos y reverberaciones abriendo amplios vanos que facilitan la ventilación y evitan el sopor por el calor y la humedad.

En silencio contemplo algo, sencillamente, brillante.

Me encantan las ideas utópicas y ambiciosas. Pero cada día valoro más las encarnadas, las que dan forma y hacen avanzar esos procesos. Aquí, no se trataba, sin más, de la idea lúcida de transformar una sociedad por vía de formación, sino incorporar todo un catálogo de creatividades que hacen que los problemas se resuelvan de manera inteligente y eficaz para hacer el sueño creíble y realizable.

Si el perímetro del campus es abarcable, el del centro de estudios teológicos es sobrecogedor. Venir a la UCA le prepara a uno para el encuentro con libros de la biblioteca de mis amores y mis lágrimas en Burgos, de personajes que uno pensó nunca conocería. El lugar donde tantos y tantos grandes de la Teología meditaron sobre la forma de encarnarla en este contexto cultural para ofrecernos a todos trazas de renovación y otros horizontes aunque fuera, en ocasiones, desde tertulias polémicas.

Mis primeras lecturas, por indicación de mi amigo Antonio Ruíz, fueron de estos profesores. El primer libro que me quitó el sueño, en el sentido estricto del término, fue escrito entre estas paredes. Incluso tengo a gala que una de mis pocas notas bajas en la carrera fuera por citar a un autor de esta facultad que no parecía ser del agrado de un profesor de cuyo nombre no quiero acordarme. Hoy pude compartir mesa con él.

Aquellas intuiciones son, ahora, regalo para todos pues suponen los cimientos de la Teología del Pueblo que es la tan valorada a través del testimonio del papa Francisco. Qué paradojas, lo que hace décadas se tildó de herético ahora causa una profunda admiración. Quizá sea el único reconocimiento posible para tantos sufrimientos.

Pues todo este hervidero de ideas, de intuiciones, se cocieron entre muros de bloques de hormigón, en apenas 4 aulas para un centenar de alumnos, hechas con materiales cuyo rendimiento excede su eficacia inicial. En un perímetro que, ni en pasos cortitos, he conseguido recorrer en más de 5 minutos.

De haberme encontrado con edificios grandilocuentes, extensas bibliotecas, atractivos laboratorios y talleres habría disfrutado con admiración del regalo. Pero encontrar que este torrente de creatividad, de ciencia, de renovación, sea un caldero de menos de 5 minutos de perímetro, me parece otro grito de Juan en el desierto para este adviento.

Entre materiales tan sencillos la grandeza tenía que ser espiritual y desplegada por grandes humanidades.

Me doy otra vuelta por el campus, en silencio. Para tomar conciencia de que si con estos medios se lograron estos efectos, con los que tengo a mi disposición el rendimiento ha de ser mucho más alto. De otro modo se convertiría en habitáculo de mediocridad. En España, con muchos más, estamos siendo capaces de bastante menos. Y no me quedo solo en el enfado que muchas veces me genera la apología de la incultura y de la vaciedad de muchos de los alumnos que conozco; tampoco su falta de arrojo y de valentía en lo que llamamos cultura de un emprendimiento, que, honestamente, solo conozco en beneficio propio. Asumo también la responsabilidad que seguramente yo no ejerzo con suficiente trascendencia. Este campus es un grito a valorar los privilegios que disfrutamos. Me comprometo a cambios.

De nuevo frente al jardín de rosas presento a Dios todas las grandes ideas con las que llenamos los entusiasmos a la espera de medidas creativas para su encarnación. Entiendo que celebrar la Navidad es emplear la inteligencia para hacer visibles las ideas bonitas.



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Publicado martes, 13 de diciembre de 2016
Recorrido el jardín de rosas, espera el lugar donde vivían Ellacuría y sus compañeros rebautizado como Comunidad de los Mártires.

A su izquierda, un pasillo cubierto con placas de cemento para proteger de las lluvias torrenciales y que apunta hacia una puerta metálica que da acceso a la zona de la Universidad. Desde allí puede accederse a la capilla y el comedor que hoy en día usan los jesuitas dejando atrás las plantas de aguacate y mango que sirven de atrio para el coro de cantos acumulados de pájaros. Por el costado del pasillo, una serie de dependencias que debieron servir para el almacenaje y servicios.

Una nueva placa discreta, junto a una de las puertas, advierte de la necesidad de volver a descalzarse. Dos nombres femeninos, Elba y Celina que, junto a los seis de los rosales, completan la trágica lista de aquél día.

Ellacuría había regresado apenas dos días antes desde España para participar en los encuentros de mediación entre la guerrilla y el ejército para alcanzar el acuerdo de paz que, finalmente, se firmaría unos meses después. Lo hizo a pesar de las advertencias y los avisos de la tensión reinante, pero consciente de la responsabilidad adquirida y de la relevancia de aquellas negociaciones. Quien sabe si su muerte no fuera el sello definitivo de aquella paz.

Los soldados quisieron construir un escenario que sostuviera la hipótesis de que los jesuitas habían muerto en el fuego cruzado entre el ejército y la guerrilla que, en la que pretendía ser la versión final, estaría alojada en estas dependencias, encubiertos por Ellacuría.

Sin embargo, las únicas huéspedes eran Elba, la mujer que atendía en las tareas domésticas de la comunidad y su hija Celina. Aquella noche debió ser especialmente amenazante y decidieron no marchar a casa por miedo a los atentados de aquellos días. La hospitalidad y acogida de los jesuitas se convirtió, paradójicamente, en motivo de su muerte.

En la preocupación por evitar los testigos, los soldados las encontraron escondidas en la tercera de las dependencias, a escasos 10 metros del jardín de las rosas.

La habitación guarda fielmente el mismo aspecto que aquella noche, salvo la limpieza cuidada de las marcas de la masacre y una pequeña figura de barro con forma de casa, de la que emerge una luz que alerta de la presencia del santísimo. Así, puede hacerse oración en un curioso "templo" de sofás de brazos en el que quedó convertido, como mínimo reflejo de lo sagrado allí ocurrido.

Las fotos del tiroteo son sobrecogedoras. Los soldados se cebaron descargando sus ametralladoras hasta desfigurar a la madre. Su hija apenas recibió disparos, pero fueron suficientes para acabar con su vida.

Desfiguraron su cuerpo pero no su vida. Truncaron dos historias pero no pudieron evitar que en su caída, la postura final fuera la de una madre que abraza tratando de proteger inútilmente a su hija, en un abrazo eterno.

Las balas no fueron suficientes como para romper ese vínculo de amor.

En la capilla están enterradas en el mismo lugar que los jesuitas, con los mismos honores y reconocimientos. Y en uno de los murales del campus, como si los padres jesuitas quisieran imitar la postura de la madre, aparecen todos los rostros de los mártires con ellas en el centro, como acariciadas y cuidadas en esa posición protagonista.

Me impresionan las vidas discretas y calladas. Los testimonios imprescindibles de quienes prefieren el anonimato. Todos conocemos el nombre de Ellacuría pero quizá pase desapercibido el valor de Elba y Celina. Sus tareas cotidianas y sencillas, eran el soporte del quehacer intelectual de un grupo de profesores quienes transformaron y transforman una sociedad con su trabajo y entrega.

Un pueblo entero, transformado, también, por el trabajo silencioso y oculto de quien terminó por unir el final de su vida a su causa.

Sentado en uno de los sofás, surge mi oración por "mis discretos". Por el personal de servicios de Comillas, siempre eficientes y sonrientes y que fueron los primeros en enseñarme que, lo de la excelencia iba en serio. Por mis admirados Germán, Diego, Jacky y tantos otros sin los cuales la parroquia sería un proyecto desencarnado. Por las personas que se encargan de la limpieza de mi calle quienes nos regalan, además, saludos cariñosos y cánticos, aunque no sean inspirados.

Y, en esta tarde (aquí), en la que no he podido estar con Luis Mari, doy gracias por ama Felisa. Una mujer a la que solo pude conocer a través de su hijo, pero con la suficiente profundidad como para necesitar sumarme a la acción de gracias. El testimonio sencillo de Alba y Celina contribuyeron a la transformación de una sociedad entera. El de ama Felisa a la de una ciudad en el Norte de Madrid a través del testimonio de su hijo, el párroco.

Cierro la puerta con el respeto, la admiración y la reverencia por un lugar que quisiera fuera también signo de mi vida. Entrega discreta y sin aspavientos. De pertenecer a alguna lista, me apuntaría siempre a ella.

Me denuncia la impresión de la sencillez de esta sala. Es posible que también me haya acomodado a mundos presididos por el reconocimiento. No sé en qué medida, pero, en tiempo de conversiones, seguro que es necesario mucho camino por delante.




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Publicado lunes, 12 de diciembre de 2016
Es posible que el adviento sea un tiempo privilegiado para visitar El Salvador. Se acumulan impresiones que convergen en el mensaje de la conversión, como en cuaresma; pero con un horizonte deslumbrante de esperanza.

Ya conoces los acontecimientos sucedidos en la UCA en el otoño de 1989 y el martirio de ocho personas asesinadas durante los años de tensión entre la guerrilla y el ejército en El Salvador.

http://www.rtve.es/alacarta/videos/pueblo-de-dios/pueblo-dios-salvador-memoria-martires/2855399/

Tengo el privilegio de alojarme en la comunidad de los jesuitas en la UCA en San Salvador, en el mismo lugar en el que ellos servían y en el que fueron asesinados. Un regalo para ratificar la distancia entre saber y conocer, entre la noticia y la experiencia. La presunta seguridad de haber leído sobre el tema queda apagada por la fuerza abrumadora del escenario en el que quizá comienza uno a conocer.

Mi formación bíblica me ayudó a entender que las experiencias necesitan ser narradas. De esta forma nos ayudamos a aproximarnos al misterio que encierran.

Para las más profundas, requiero de la música o la escritura y ahora mismo mi guitarra vela armas en casa.

Así que un post se ofrece como ocasión de medir frases y encontrar los términos apropiados para que la palabra emerja sin que se rompa el envoltorio de silencio que requiere lo que se percibe como misterio.

Ayer, a las 24.00, fuegos artificiales. Por supuesto, no por la llegada de un extranjero, sino para la celebración de la Virgen de Guadalupe. Aderezo apropiado para una noche extraña donde el cuerpo no sabe si toca desayunar, comer, dormir o trabajar.

El amanecer, con sabor a aperitivo en España, inaugura un improvisado concierto de amontonados canturreos de cientos de pájaros y cotorras que, según me han informado, anuncian su marcha hasta el atardecer. En ellos mi querido Pedro sabría extraer decenas de matices, pero no puedo saborearlos en su ausencia.

Su no muy melódica sinfonía sirve de acompañamiento para la primera contemplación: la extrema sencillez.

Me temía un lugar falsamente magnificado por mármoles, cartelerías y comodidades para curiosos y visitantes.

Me cuentan que son miles durante el año pero no encontrarán aquí sino edificios construidos con bloques de hormigón, cerrajerías de aluminio que ya solo vemos en los contenedores de obras y mobiliarios que devuelven a los recuerdos en casa de la abuela.

La capilla la componen unos bancos acolchados y dispuestos en torno a un altar que se asemeja a un pupitre de escuela, generando una preciosa conexión entre el trabajo y el sacrificio como el mejor ofertorio posible. Bañado en luz, resulta un lugar privilegiado para la oración.

La sencillez me resulta acogedora. Converge con los sabios consejos de Carmen quien recomendó venir con lo mínimo y evitar, así, trasbordos y pérdidas de equipaje. En lo poco, aparece con claridad la línea que tantas veces me toca explicar en clase entre lo necesario y lo superfluo. Trae consigo el recuerdo de palabras de Vicente de Paúl y de Francisco mostrando la necesidad de la Iglesia de expresarse en estas coordenadas. La extrema sencillez se convierte, aquí, en cauce de encarnación ante una sociedad tan amenazada de pobreza. La sencillez es, aquí también, credibilidad.

La entrada, como pórtico y adorno, exige recorrer un bonito y sencillo jardín de rosales, extremadamente cuidados, y circundados por un conjunto de cóleos como el que siempre me acompañó en el seminario, regalo de mamá para que aprendiera a cuidar.

Lejos de ser mero ornamento, una roca, al fondo, con la inscripción de seis nombres, permite entender que la rosaleda es, realmente, un espacio sagrado al que hay que acercarse descalzo por ser el lugar donde fueron asesinados.

Lejos de resultar macabro, el lugar es hermoso e invita a detenerse y, sencillamente, contemplar. Las rosas, como en el principito, también hablan y ofrecen su mensaje: para entrar en lo sagrado, en lo humano, realmente; hace falta amar. Al precio que sea, hasta las últimas consecuencias. Ese es el mensaje con el que recibe esta comunidad para acceder a sus instalaciones.

Lo sabe la madre que madruga cada día y que se ve recompensada en la sonrisa de su hijo en la extraescolar del sábado; lo sabe el padre que entra y sale de la oficina de noche para reponer fuerzas en un paseo familiar por el campo en fin de semana; lo sabe la viuda que se inventa cada mañana una sonrisa para que sirva de hogar a sus hijos; lo sabe quien perdona hasta doler; el voluntario que una tarde más vuelve a superar la pereza para saborear la satisfacción a su regreso; el profesor que se adelanta al alba para inventar el ejercicio hasta entonces nunca imaginado; y el que disfruta, en silencio, con la sonrisa de la persona amada.

Estas rosas también exigen ser "domesticadas" y hacer creíble su mensaje tras la visita.

Me denuncia que la sencillez de esta comunidad llame mi atención. No resulta un valor lejano a mis búsquedas e inquietudes y, quizá, la sorpresa sea sinónimo de haberse acostumbrado a lujos injustificados.

Me denuncia la contemplación de un jardín que localiza las distorsiones que soy capaz de crearme bajo capa de presunta madurez.

La oración de sexta se convierte en privilegio por poder realizarla frente a este jardín de rosas, donde pedirle a Dios que nos ayude a entender el misterio de las espinas y la belleza de sus pétalos y que integrando estas vivencias permitamos la encarnación de Dios en nuestras vidas.

Como si fuera la de Juan, las voces de las rosas claman en el desierto.



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Publicado lunes, 5 de diciembre de 2016
Una breve explicación sobre los límites planetarios por uno de los investigadores que lideran el grupo de investigación que nos ofrece este modelo.

La teoría plantea que el problema del medioambiente no es solo el CO2. Tenemos que estudiar un sistema más complejo en el que se pueden reconocer 9 parámetros a cuidar. ¿Cuántos conocías?

https://www.ted.com/talks/johan_rockstrom_let_the_environment_guide_our_development?language=es
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Publicado domingo, 4 de diciembre de 2016
Conferencia de Manuela Carmena sobre el significado y el alcance de las propuestas de las políticas del cuidado.

https://www.youtube.com/watch?v=zWO6LSudKzI
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Publicado sábado, 3 de diciembre de 2016
Ponencia de Javier Barbero explicando el concepto de cuidados aplicados a la gestión de la ciudad.

https://www.youtube.com/watch?v=QP3a9c9ttVg
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Publicado viernes, 2 de diciembre de 2016
He podido compartir una jornada de trabajo con un grupo de trabajadores del ámbito social de la familia vicenciana.

Una grata experiencia y una día sugerente  y lleno de vivencias bonitas.

En los próximos días les ofrezco materiales para seguir trabajando sobre la relación entre Laudato Sí, el cuidado y la espiritualidad, más en concreto la vicenciana.

Para comenzar, siendo viernes, un par de películas muy sugerentes sobre el tema. Un proyecto que persigue generar reflexión mediante la imagen, el sonido y la contemplación de belleza.

Baraka.
https://www.youtube.com/watch?v=wkaISwZoqpE

Samsara
http://www.disclose.tv/action/viewvideo/150458/Samsara_HD/

http://www.barakasamsara.com/


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Publicado jueves, 1 de diciembre de 2016
Muy apropiada para adviento.

Reflexión del monje benedictino David Steninl.

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