Cuando tus aguas se serenen, volveran a reflejar la luz de la luna

Por distintos senderos una misma búsqueda: que todos disfruten la vida y lo puedan hacer en abundancia ... absolutamente todos.

Publicado jueves, 27 de noviembre de 2014
Pilar es un corazón joven entrenado los últimos 84 años para seguir en forma asombrándonos a todos.
Su memoria le convierte en fuente de sabiduría, en testimonio de los acontecimientos vividos en este país a través de una crónica privilegiada. Desde un tono que sigue teniendo vigencia porque es una de las pioneras de lo que hoy llamamos "emprendimiento social". Cuarenta años de trabajo profesional consagrados a la Biblioteca Nacional donde inició los procesos de una informatización que, en aquél entonces parecía la traición a los valores de la academia, y que hoy es un elemento cotidiano de nuestra vida.
También de la suya. Por supuesto, tiene cuenta de correo electrónico, que maneja con especial soltura y va acompañada a las reuniones de un i-pad que le han regalado sus bisnietos y con el que está encantada porque puede ampliar la letra de los textos y de sus búsquedas en Internet para poder acomodarlo a las posibilidades de unos ojos que han visto tanto.
También hace fotos de la tele para quedarse con el rostro de los personajes de relevancia social que no deben ser olvidados para estar al día.
Porque, en definitiva, los corazones jóvenes siguen participando del asombro, siguen consagrados al aprendizaje, pero acompañado de la sabiduría de la madurez que sabe encontrar el equilibrio para relativizar lo superfluo y mantener la radicalidad en lo esencial.
Escucharla es un gusto y, en no pocas ocasiones, un privilegio. El otro día la conversación derivó a un episodio del que no le había oído hablar: la muerte de su padre. Ella tenía 7 años. Fue en el transcurso de la Guerra Civil, experiencia que ha quedado imborrable en ella, hasta el punto de recordar su estancia en la prisión siendo niña.
Movido por el interés hacia ella y sus experiencias, hice una pregunta estúpida "¿porqué le fusilaron? ¿a qué bando pertenecía?", solo salvada por la inteligencia de su respuesta: "¡Qué más da!".
La respuesta fue inmediata, casi impulsiva. Su explicación posterior justificó su rapidez: "Esta es la frase con la que nos educó nuestra madre a mí y a mis hermanos: ¡Qué más da quién fuera!".
"Y con el tiempo, ha ido adquiriendo más fuerza. Primero porque con los años fuimos viendo las barbaridades que se hicieron en uno y otro bando. Pero, sobre todo, porque yo no recuerdo haber crecido con rencor. Siempre hemos llorado a mi padre, pero mi madre consiguió que creciéramos sin necesidad de odiar. Eso nos ha hecho libres, y a mí me ha servido mucho en mi vida posteriormente".
La frase de la mamá de Pilar reside ahora también en mi corazón. En el momento histórico que vivimos, en mi propia realidad necesito impregnarme de esta sabiduría que, relativizando las circunstancias del daño, de sus protagonistas, permiten que del dolor surja lo único que es rescatable: el aprendizaje, la madurez y, sobre todo, la reconciliación que es antesala de la libertad.
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