La memoria cuando es muy intensa se hace vida. Le llamamos memorial.

Al término del itinerante las montañas que seguimos contemplando desde el campamento ya no son las mismas. En cierto modo "son nuestras". Como diría el principito "han sido domesticadas" y al mirarlas el corazón vibra con los recuerdos e imágenes que han quedado grabadas para siempre,

Podéis estar muy orgullosos de vuestros hijos. La marcha era muy dura, sin paliativos. Alta montaña y exigente. De hecho ha sido uno de los grandes interrogantes del campamento. Hasta prácticamente el último momento dudamos si afrontarla o no. Pesaba la belleza y el tener tan a la mano una oportunidad. También la preocupación por mantenernos en el rango de lo razonable para la edad y preparación de estos chicos.
Por este motivo exigió una visita previa. Fue un lunes 23 de mayo. Día en el trabajo y madrugón de 6 de la mañana para ir con margen. Para este servicio hacía falta un trotón de garantías y nadie mejor que mi amigo Fernando, compañero de otros paseos de reflexiones, conversaciones y oración compartidas. Accedió gustoso por la oportunidad de la excursión y por poner su granito de arena en un proyecto tan hermoso. 
No nos equivocamos en la previsión de que la prueba exigía mucha preparación. No era previsible la dureza y mucho menos encontrarnos medio metro de nieve en la zona de cumbre.
El día fue extraordinario en todos los aspectos. Disfrutamos como niños de la belleza de parajes asombrosos y desconocidos. Hubo ocasión para la contemplación en silencio, para un salmo memorizado y para una naranja y un trozo de chorizo compartido a más de 2000 mts, que es donde mejor saben. Y la paliza fue también mayúscula. 24 kms por alta montaña para certificar que quizá aún no habíamos hecho todas las barbaridades que la vida nos tenía previstas. Pero los coches no andan solos y una vez en cumbre había que regresar por el sendero más factible para ello, por llamarlo de alguna forma.
Entretanto, Raul, había hecho su cumbre el sábado anterior y con toda seguridad mucho más meritoria que la nuestra: alcanzar la comunión de su hijo. Fue la penúltima batalla ganada a la enfermedad dado que la última tenía ya un ganador prefijado. Por eso tuvo tanto mérito, aquella comunión era la última prueba de ganador incierto. Mientras nosotros ascendíamos él pedía el ingreso voluntario en el hospital. Le fuimos enviando fotografías de lo contemplado, que me consta él agradeció en la que sería su última excursión, aunque fuera virtual, antes de que la enfermedad pusiera fin a una historia especialmente hermosa un día 26 del que hoy se cumplen justo dos meses.
Mis queridos Fernando y Raúl, podéis estar orgullosos. El itinerante ha sido lo que soñamos juntos. En verano el Trampal es menos peligroso pero igualmente exigente. Y ha sido escenario para una experiencia inolvidable de esas intensidades que permitirían volver mañana a trabajar como si hubieran pasado tres meses desde el último día de oficina.
Los chavales han disfrutado, han sido felices y nos han regalado experiencias extraordinarias.
Les dimos la ocasión de no subir al Trampal porque el objetivo era disfrutar y no sufrir innecesariamente. Tras un minuto impuesto de reflexión fue sobrecogedor escuchar, uno por uno, a 28 adolescentes sentenciando: "yo, subo".
Ojalá con estas palabras pudierais sentir la experiencia, casi mística, de los gritos de los chavales en un éxtasis de asombro al llegar a las lagunas del Trampal y al alcanzar el Calvitero al empezar a desplegarse todas las llanuras de Castilla y Extremadura. No reproduzco las exclamaciones porque ya sabéis que los adolescentes se expresan a menudo con "lenguaje tabernero" pero, en su gramática significaba plenitud y gozo profundo.
Ya podéis imaginar que no todo podían ser alegrías y os habrías reído con ganas al presenciar la crisis urbanita, casi de ansiedad, al intuir que iban a dormir en una pradera ocupada por vacas. Ellas fueron las primeras en huir ante semejante invasión de milindrez y la noche estrellada y la comodidad del pasto hicieron el resto para que tuvieran que reconocer que verdaderamente había sido una noche maravillosa.
Con todo, está claro que son chic@s de avenida y al llegar a Béjar rompieron en un sonoro aplauso ante el primer semáforo que detuvo su marcha como improvisado icono de la presunta civilización.
En el Calvitero disfrutaron del mejor trozo de choped y de las mejores onzas de chocolate que comerán en su vida, porque solo en estos contextos los sabores alcanzan plenitud.
Mis queridos Fernando y Raul, con profunda emoción comparto con vosotros algo que yo no había vivido hasta hora 25 años después de campamentos y montaña: que cinco jóvenes, tras el grito de éxtasis se giraran para exclamar ¡Josema, muchas gracias por traernos hasta aquí!
Mis queridos Fernando y Raul. Podemos estar muy satisfechos del trabajo y del esfuerzo. Gracias Fernando por la preocupación desde tus quehaceres hospitalarios en estos días. Gracias Raúl por velar por nosotros ahora que estás sentado junto al buen Padre. De otra forma no se entiende que no hayamos tenido ni un mal esguince ni entre los mayores universitarios y ni entre la horda hormonada. Apenas cuatro pares de piernas dignas de haberse peleado con un león o, mejor expresado por María,"de haberme pegado con todo un bosque".
En el cielo estrellado del Trampal te reconozco en la estrella tintineante que expresa que velas por nosotros.





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