En lo que formamos gobierno y volvemos a sufrir la enésima reforma educativa me atrevo a contribuir con una serie de propuestas que espero sean de vuestro gusto.
Que la evaluación sea sobre 12 puntos. Personalmente me parece una memez que sea sobre 10, 14 o 22, pero por lo menos el 12 es número bíblico y el siguiente sería sobre 144 que es ya un exceso.
En cualquier caso, dejemos que el 80% responda a cuestiones académicas de memorizaciones, trabajos y estudios y, al menos, el 20% restante permita evaluar la capacidad fructífera de los estudiantes.
En "la Misión de la Universidad" de D. José Ortega y Gasset (antes Lista, como diría Mingote), se alertaba de que la Universidad estaba formando "nuevos bárbaros" excesivamente especializados y con poca "cultura general". La nueva barbarie con la que yo convivo en la Universidad pasa más por la esterilidad de la acumulación de menciones, idiomas, Másters, prácticas de renombre y otro tipo de presuntos méritos.
Sin dejar de reconocer su valor, como poco económico, no tengo claro que sean del todo eficaces en la formación de profesionales. "No seamos paletos de la ciencia. La ciencia es el mayor portento humano; pero por encima de ella está la vida humana misma que la hace posible" decía don José. Pues, como objetivación de la humanidad, que el 20% de las notas tenga relación con la capacidad de ser fructífero, de ser útil, no solo a los objetivos de la empresa sino a los de la vida humana común.
Valoremos la capacidad de atender a los propios familiares, de ser eficaz en el cuidado de los amigos, de mostrar un compromiso por la casa común que es la naturaleza y la ciudad en la que vivimos...
Demos un 20% de la nota a los jóvenes que hacen una campaña solidaria, a los que se comprometen en un voluntariado, a los que buscan que el aprendizaje responda a la realidad y no a las entelequias...
No se trata de una propuesta interesada aunque hay que reconocer que nuestros jóvenes saldrían muy beneficiados.
Los que componen la que aquí llamamos "tercera sección" o "universitarios" tienen un currículum deslumbrante. Tres campamentos urbanos con niños en situaciones de riesgo social y marginación en Linares; más de 6 experiencias de contacto con experiencias de pobreza en Los Camilos, en los desayunos con la Orden de Malta, con el despacho de Cáritas...
Y este año han hecho un máster en civilidad y ciudadanía solidaria. La parroquia de Barco de Ávila no tiene los mismos recursos que la nuestra y han necesitado de sus brazos y de sus sudores para rehabilitar un patio de la casa parroquial que será ocasión de encuentros, charlas y divertimentos como lo es nuestro teatro y nuestro patio, herramientas imprescindibles para la evangelización, como ya sabéis, especialmente en nuestra parroquia en la que "no sabemos orar sin patata". Y han hecho una profunda limpieza en el atrio de una ermita cercana.
Francisco, el párroco de Barco, agradecidísimo y encantado. Los feligreses admirados por la generosidad de estos chicos. Los jóvenes de la parroquia cuestionados por el hecho de que tengan que venir de Tres Cantos para cuidar lo que es suyo. Y el dueño de la fábrica de tratamiento de residuos, conocedor del proyecto, lejos de cobrar los más de doscientos euros estipulados por más de una tonelada de escombros (habéis leído bien, más de una tonelada), lo cerró en 27 euros y un helado de regalo para cada uno de los chicos.
Ellos satisfechos por su capacidad de hacer cosas que permanezcan aunque no sea para su disfrute, contentos por haberlo hecho en equipo y con las clave que solo puede ofrecer la solidaridad y la ausencia de retribución.
Mis amigos que trabajan en recursos humanos coinciden en el tedio de currículums previsibles y monótonos: uso medio de ofimática (osea cortar, pegar, descargar canciones y buscar pokemons); nivel C1 de inglés que las más de las veces solo habilita para entender los mensajes en inglés de la línea de tren que lleva el mismo nombre; y el doble grado que no siempre presupone el conocimiento de que Ortega y Gasset es algo más que una estación de Metro.
Los que trabajáis en esto sabéis que, en igualdad de condiciones, nos quedaríamos con el que incluye una línea tan original como contundente: yo contribuí a rehabilitar el patio de una parroquia que no es la mía, en un pueblo al que quizá no vuelva, para que otros disfruten como yo puedo hacerlo.
Y no le daríamos el puesto de trabajo como premio a su generosidad, sino porque el que ha vivido estas experiencias sabe discernir lo real de lo idealista; lo humano de lo despedazador; lo importante de lo superfluo; el valor de lo común frente a lo individualista.
Y, en las empresas que yo conozco, al final ese es el perfil que todos buscamos. En las empresas económicas, en las empresas familiares, en las empresas eclesiales y en la mayor de las empresas, la construcción de la persona.
Empieza la recogida de firmas. Ya tenemos las de Marta, Quique, Nacho, Hojas, Elena, Natalia, Lucía, Laura, Pascu, María, Almudena, Carmen. Las de Miguel, Ainhoa, Pimen cuyas toneladas han sido de niños en la acampada; y las de Marina, Pablo, Fran, Ester y tantos otros que se quedaron con toneladas de ganas por contribuir a este sueño.
Personalmente, me son más que suficientes por su valor. Si algún día alcanzamos las 200.000 necesarias para la reforma en el Congreso, quizá podamos ofrecer esta misma alegría a muchos otros.











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