El clima parece sorpresivo a ambos lados del atlántico. Mientras allí te regala fotografías de nieblas espectaculares que amenazan nieves, aquí están sorprendidos por las lluvias que no suelen llegar hasta mayo. A los europeos, manga corta y clima de última de abril, no nos encaja con las luces y villancicos que aquí también frecuentan.
La UCA cierra sus puertas después de un largo año de trabajo y los grupos de curiosos continúan el itinerario para conocer el testimonio de los mártires.
El jardín de rosas tiene una geometría propia: ocho rosales configuran un círculo que se asemeja al mensaje de la corona de Adviento, por su pretensión de eternidad; con otros dos en el centro.
Para algunos visitantes son motivo de confusión pues la suma de diez no encaja con los la lista de los nombres de los asesinados que hacen ocho. Una pista viene ofrecida por el hecho de que todos sean rojos a excepción de los interiores: los dos, que son amarillos.
La explicación del enigma la posee don Obdulio. Trágicamente, el esposo de Elba y el padre de Celina. Aquella noche quedó durmiendo en la garita de entrada y envió a su mujer e hija a las dependencias interiores de la finca para asegurarse su protección, tras el estallido de una bomba en la propia puerta de su casa que hizo añicos todos los cristales.
Se salvó por que no descubrieron su presencia. Tampoco él pudo imaginar que los disparos habían sido dirigidos hacia los jesuitas y los interpretó como una más de las escaramuzas de aquellos días.
Al despertar el alba fue el primero en descubrir los cadáveres y alertar de la tragedia. También tuvo que contemplar la macabra escena del abrazo de su esposa a su hija. Ellas no quisieron marchar a otro punto de la ciudad y alejarse de él aquella noche; y él no quiso separarse de aquél jardín que continuó cuidando hasta su fallecimiento.
De forma que, don Obdulio, llevado por amor, "trasgredió" la discrección de Elba y Celina para otorgarles un doble homenaje: a diferencia del resto de los jesuitas, ellas tienen su rosal rojo en el círculo y el amarillo en el centro.
Su "injusticia" me parece enternecedora y muy justificada, que ser jardinero tenía que arrogar alguna discreccionalidad.
La potencialidad del amor se mide en la capacidad de romper lógicas, normas y geometrías. Por eso la ley se muestra insuficiente, sin dejar de ser necesaria; y ni siquiera la ética satisface el alma. Solo el amor intenso y vivido que rompe lo esperado por vía de la creatividad, de la renovación y de mostrarnos planos de la realidad solo alcanzables desde esta experiencia.
Por eso en Navidad celebramos más rupturas de geometrías: que un Dios se haga persona; que un Dios nazca en lo pobre; que lo celebremos en la eucaristía donde el Espíritu convierte la física en escenario de Dios.
Pido al Padre por todas las rupturas que necesitamos desde el amor. Para cumplir el sueño de Vicente de Paúl de ser creativos hasta el infinito; para inventarnos soluciones inesperadas hacia los pobres; para dar con el recurso que nunca habríamos imaginado si no fuera por la extrema preocupación hacia nuestro hij@, aunque haya que subirlos al Trampal; por la transformación de la que nuestros mejores amigos ya desconfían y que se produce por la aparición de alguien que rompe, para siempre, la monotonía de una jornada; por las lógica del rencor, el odio y la venganza que pueden ser cuestionadas por las rosas amarillas.
No vale cualquier impulso de amor. Solo los inteligentes. Y el tiempo termina por dictaminar si la ruptura de las geometrías es en favor de un orden inesperado o de un caos evitable.
Mis respetos y mi admiración, don Obdulio, por no poder permitir una geometría presuntamente perfecta cuando está por medio un amor irrefrenable.
Te deseo unas fiestas de Navidad con las suficientes rosas amarillas como para salir de las geometrías caducas a las que podemos acabar por acostumbrarnos. Ojalá tengas sientas cercanos los motivos para buscar las novedosas.
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