Me atrevo con una «nueva sección» con cierto reparo porque me genera un sobrecogedor respeto.
La Palabra está repleta de imágenes, metáforas, símbolos, que en ocasiones resultan desapercibidas bajo la rápida lectura.
Pequeños detalles que, como un icono, abren ventanas a niveles de enorme profundidad de comprensión.
En el capítulo primero del evangelio de Marcos, se narra la curación de la suegra de Pedro, quien estaba con «fiebre».
Los evangelistas, como siempre escuetos, no ofrecen detalles que el oyente, que entienden no como lector sino como persona en búsqueda, será capaz de intuir.
La narración señala que, nada más desaparecer la fiebre, «se pone a servirles», detalle con el que establece una sutil conexión que me parece especialmente bella: que el estado normal de la persona es la disponibilidad y el servicio. Y que solo las enfermedades y sus fiebres, las corporales y las existenciales, son capaces de romper esta ecuación.
Un horizonte de auto-comprensión para entender que, si no surge de nosotros el ofrecimiento, es posible que estemos bajo los efectos de alguna fiebre, reflejo de algún malestar.
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