Hay tareas que no pueden convertirse en rutinarias porque degradarían su contenido. Los balances y cierres de cuentas marcan el final de todo proyecto. El último recuento de billetes se convierte, entonces, en un repaso de imágenes y fotografías de cada uno de los implicados, sus esfuerzos, sus renuncias, su creatividad...
Y el balance final del proyecto de Teatro de este año invita a la sonrisa: cuatro cifras. Objetivo cumplido y último paso: el ingreso en el banco.
Un pequeño paseo marcado por un número, cuatro cifras... un dato que llamamos recaudación y que trae a mi memoria las palabras de Marx en su crítica al dinero por su incapacidad de traducir convenientemente todo lo que representa, su trasfondo.
Cuatro cifras que son incapaces de expresar lo vivido: las sonrisas del público, sus agradecimientos, sus reflexiones al hilo de una obra tan esperanzadora como profunda; los nervios de los debutantes, la tensión de los veteranos conscientes de su responsabilidad; la alegría de quienes emprendieron estas aventuras y ahora contemplan el testigo en otras manos; las tardes de decorados mostrando una creatividad que recuerda al mismo Dios; el amor en forma de preocupaciones y tensiones de quienes asumieron la dirección; la música que resuena con solo cerrar los ojos para volver a emocionar...
Sumido en estas reflexiones, supongo que por la forma de mirar al sobre de las cuatro cifras algo debió percibir el amable cajero que se convierte en un anónimo amigo por el trato cotidiano... «Hoy traes la recaudación de un proyecto importante, ¿verdad? Este tipo de operaciones son las que me dan alegría para todo un día: lo haremos con mucho cariño». Y, mientras con agilidad hacia sus anotaciones en el programa informático, preguntó con interés: «¿A qué ayuda lo enviáis en esta ocasión?». Y tuve que hablarle de Linares, de la crisis, del paro, de las familias en dificultad, del Centro de Transeúntes en cuya construcción estamos colaborando, mientras él parecía retrasar los pasos necesarios para la operación con objeto de seguir escuchando... De tantas cosas que tampoco son capaces de expresarse con cuatro cifras ni con miles de palabras.
Pero hay que entender que estas trascendencias nos embargaban a mí y, por el brillo de sus ojos, también a él... pero no al resto de la fila de personas urgidas por las tareas cotidianas...
Terminado el tiempo razonable para mi atención, nuestra transacción bancaria concluyó con sus palabras: «La próxima vez ven a primera hora que tengo menos gente. Tenemos que tomar una cerveza y me lo cuentas con más calma. Sois estupendos».
Final de la tarea. Como recuerdo un resguardo bancario y un sobre desgastado por el uso. Vacío. Con el recuerdo de cuatro cifras en el dorso que concluyen un proyecto. Y que ahora dan comienzo a otro, en otras manos, en otros lugares. Cuatro cifras que son ahora un sacramento de vida.


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One Response so far.

  1. Ruth says:

    Muchas gracias Josema por tan precioso testimonio. Me quedo con esa impresión de que "todo está hecho" y no, al final, siempre hay algo más... alguien más...

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