Erase una vez un directivo de banca con el corazón lleno de verdades y lleno de sueños.

Las verdades le mostraron un camino de salida. Incierto, nebuloso, amenazante... como sus amadas montañas pirenaícas en las que las rodillas dejan de ser vacilantes y se robustecen.

El montañero no es un ser solitario, motivo por el que quiso que su travesía hacia la tierra prometida de un nuevo empleo fuera compartida.

Mientras creaba su nuevo proyecto empresarial quiso que otros comprendieran que el paro no es condena sino un trabajo peculiar: «vuestro trabajo, y de 8 horas diarias, es encontrar empleo».

Ya son tres años de la Lanzadera de Talento. Un proyecto de vocación eclesial, que tiene sus raíces en la eucaristía que exige enfrentarse a las causas de la pobreza y la injusticia, que encuentra en la meditación y la oración, la fuente en la que sostener sinsabores y miedos paralizantes.

Un proyecto que refleja a una iglesia que trabaja con exigencia, de manera discreta, sin aspavientos ni reclamos ideológicos. Cuyo testimonio es la cercanía, la comprensión, la eficiencia, la lucidez y el signo de proyectos creíbles.

Ayer el Ayuntamiento quiso premiar los esfuerzos. Que nadie los entienda como personales porque el protagonista los rechazaría. El premio solo adquirirá sentido en su gramática: como mucho, el liderazgo de un proyecto de muchos, de encuentros, de esfuerzos solidarios, de comunidad.

Me alegro por el premio. No por el montañero, porque los merecería de más renombre por sus capacidades profesionales. Y los más relevantes, los tiene concedidos a diario en su hogar y en las calle en cuanto sus amigos tenemos ocasión de expresarlo.

Me alegro porque este premio es reconocimiento a la Iglesia que soñamos. Callada, discreta, de desiertos que deben ser recorridos con mucho y exigente trabajo. En la que predican los que se acercan, no tanto quienes la habitan. Estos, lo hacen con su oración, con su cercanía y haciendo verdad que el amor es creativo hasta el infinito, especialmente con los más necesitados.

Desde la cima de una montaña, siempre aparece otra que pueda ser recorrida. En el corazón, la sabiduría de las verdades que lo eran y el aprendizaje de la última ascensión. Las rodillas, preparadas para otro ascenso. Los sueños, más fuertes que nunca.

https://lanzaderadetalento.com/

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